*Narra Amanda.
Sábado, cinco de la mañana. Me levanté sin hacer ruido para no despertar
a Niall, cogí mi ropa y bajé a la cocina. Desperté a Candy, que estaba toda
dolorida por haber pasado la noche en el sofá. Nos vestimos y sobre las cinco y
media ya estábamos listas para marcharnos. Lo habíamos alargado todo lo que
pudimos, vistiéndonos lentamente y tardando mucho en recoger nuestras cosas,
pero había llegado el momento de decir adiós a todo lo que habíamos vivido en
Londres. Teníamos que despedirnos de los sentimientos, los momentos, los
recuerdos, las bromas, las risas, las conversaciones, las nuevas experiencias,
las lágrimas... teníamos que despedirnos de todo. Probablemente no volveremos a
ver a ninguno de estos chicos, aunque me gustaría que no fuera así. Me siento tan
impotente y vulnerable al pensar que lo más seguro es que no vuelva a ver a
Niall, que no voy a poder besar sus labios otra vez, no podré sentir ese
cosquilleo por todo el cuerpo cuando nuestras miradas se cruzan. Siento que
estoy dejando atrás algo muy importante, pero ¿qué le voy a hacer? La esencia
de la vida es eso, ir hacia adelante. Me hubiera gustado que la historia de
Harry y Candy hubiera acabado bien, de verdad habría sido fantástico. Pero
Harry... ah... Harry no es lo bastante maduro como para darse cuenta de lo que
tiene. No hace mucho que le conozco, lo sé, pero he pasado el suficiente tiempo
con él como para saber eso. Harry es el tipo de chico que cuando tiene algo,
que puede ser serio, con una chica... se asusta, tiene miedo de estar atado a
alguien y entonces huye de todo. En mi opinión eso es lo que ha pasado. Espero
que algún día piense y entonces se dará cuenta de lo que perdió, ese día sabrá
que fue un idiota rompiéndole el corazón de esta manera a Candy, pero ella ya
no estará aquí para oírlo. Candy es fuerte, no va a hundirse por esto, seguirá
adelante, siempre lo hace.
En cuanto a mí... bueno, yo supongo que encontraré a alguien; quiero
decir, no voy a estar sola toda la vida, ¿no? Lo que he sentido estando con
Niall realmente es especial, ahora mismo no puedo pensar en que otro chico me
haga sentir así, ahora mismo Niall es el único. Pero, esto es lo que se llama
un amor adolescente. Sientes muchas cosas en muy poco tiempo, pero después te
vas haciendo mayor y sientas la cabeza. Aún así, voy a echar mucho de menos
este sitio... y todas las personas que he conocido aquí.
-¿Estás lista?- preguntó Candy.
-Sí, vamos. No podemos alargarlo más- respondí.
Echamos un último vistazo a la casa y salimos. Pedimos un taxi para que
nos llevara a la residencia, teníamos que recoger nuestras maletas. Durante el
trayecto nadie dijo nada, a excepción del taxista, que hablaba sin parar...
aunque sin obtener más respuesta que ''sí'' o ''no''. Cuando llegamos al
destino, se despidió de nosotras alegremente.
Subimos a nuestra habitación y cuando hubimos cogido las maletas y
nuestras últimas cosas, nos despedimos de todo... definitivamente.
Pedimos otro taxi para que nos llevara al aeropuerto (¡Qué caros son! ¡Nos
hemos gastado ya unas 25 libras sólo en taxis!). Una vez en el mostrador de
embarcar las maletas, sacamos los pasaportes, DNI, etc. La mujer que nos atendió
no tenía muy buena cara, tenía pinta de no haber dormido en toda la noche y de
haberse tomado ya unos doce cafés. Se quedó un rato mirando nuestras maletas,
por un momento pensé que se había quedado dormida con los ojos abiertos, pero
luego reaccionó.
-Esa maleta es muy grande para llevarla como equipaje de mano- dijo la
mujer, señalando mi maleta.
-¡Qué va! Es solo un bulto, cuando vinimos pude llevarla, no debería
haber ningún problema- respondí.
-Por favor, pruébalo en el medidor de maletas- pidió ella.
''Medidor de maletas'' suena muy sofisticado, pero no es más que un
espacio en el que tienes que meter la maleta, si cabe la puedes llevar en la
mano, si no, ¡a facturar! Y eso es exactamente lo que voy a tener que hacer yo,
facturar. La maldita maleta no cabe. Estábamos perdiendo un montón de tiempo
por culpa de mi maleta, además de tener que pagar cincuenta libras por
embarcarla. Saqué la cartera de mala gana y pagué. Después de haber solucionado
el problema de la maleta (¡os aseguro que no cabía por un centímetro!), fuimos
a mirar los paneles para saber en qué puerta nos tocaba embarcar. Puerta A, 22.
*Narra Louis.
¡Oh, Dios mío! No vamos a llegar a tiempo, además, las carreteras están
congeladas y no podemos correr más. A ver, voy a tranquilizarme, con un poco de
suerte, se habrán retrasado... pero, ¡¿y si no?! ¡Sólo tenemos una oportunidad!
Y como no nos demos prisa...
-Liam, ¿no puedes ir más deprisa?- pregunté, estresado.
-Louis... hay unas leyes que debemos cumplir. Podríamos provocar un
accidente si el coche patinara- explicó Liam, muy calmado.
-¡El accidente te lo voy a provocar yo a ti como no lleguemos!- dije
exaltado.
-¡Louis! ¡Cálmate! Llegaremos a tiempo, sólo son las ocho y media de la
mañana... ¡son las ocho y media! ¡¿Cómo ha podido pasar el tiempo tan rápido?! ¡Liam,
acelera!- Zayn se puso tan nervioso como yo lo estaba.
-¡Chicos! ¡Basta ya! ¡Poneos tranquilos, ya!- empezó Liam.
-Liam...-intenté decir.
-¡No me interrumpas!- protestó él.
-Es que... deberías...- empezó Zayn.
-¡Dejadme hablar!- insistió Liam.
-¡Liam! ¡Deja de pisar el acelerador o nos estrellaremos!- grité
asustado. Liam automáticamente miró hacia adelante y dejó de pisar el
acelerador. Estuvimos a punto de chocarnos con el coche de delante, ¡sólo nos
faltaba eso!
-¡Oh, Dios mío! ¿¡Qué he hecho?! ¡He estado a punto de matarnos a todos!
¡Soy una persona horrible! ¡Soy un desastre! ¡Soy un monstruo! ¡Qué traged...
-¡¡Liam!! ¡Ya está! ¡Sólo ha sido un susto! ¡No montes un drama!- le
regañó Zayn.
-Vale, está bien... estoy muy tranquilo, tranquilísimo...-
mientrasLiam hablaba le temblaban las
manos y no paraba de moverse en el asiento, no estaba precisamente tranquilo.
-Bueno, vamos a concentrarnos en intentar llegar vivos y a tiempo al
aeropuerto- sugerí.
Estuvimos conduciendo unos diez minutos antes de llegar al parking del
aeropuerto. Aparcamos del coche y salimos los tres corriendo. Entramos en el
edificio y buscamos una pantalla de información. Nos paramos.
-Bien, ¿cuál es su vuelo?- pregunté.
-¡¿QUÉ?! ¿NO SABEMOS CUÁL ES SU VUELO?!- Liam se exaltó.
-Vale, no pasa nada. Liam, hoy estás algo nervioso... Veamos... no puede
haber tantos vuelos a Mallorca...sólo hay... dos- solucionó Zayn.
-Uno es en la puerta A22 y el otro en el D15. ¿Qué dos de nosotros son
los que corren más rápido?- pregunté.
-Yo hacía atletismo en el instituto, era muy rápido- comentó Liam.
-Yo... creo que puedo llegar a tiempo- dijo Zayn.
-Está bien, Liam; tú ves a la puerta A22. Zayn, tú a la D15. Yo me
quedaré intentando retrasar a algunas azafatas para que no puedan ir al avión y
que tengan que esperar para despegar. ¡Vamos, chicos!
Liam salió corriendo por la derecha y Zayn por la izquierda. Yo me dirigí
hacia el mostrador de vuelos a Mallorca, estaban cerrando ya. Tenía que
inventarme algo para que no subieran a ese avión antes de haber sacado a Amanda
y Candy, pero no sé qué decirle. Bien, probemos con la estrategia de carita de
cachorrito.
-Perdone, tengo un problema- me dirigí a la primera azafata.
-Dime, ¿cuál es el problema?- ella me miró con cara de ''venga niño, que
tengo que subir a un avión y llego tarde''.
-Pues, el caso es... que tengo... un perro, sí, un perro... y creo que
mi compañero de viaje lo ha facturado y en realidad no tenía que hacerlo y mi
perro le tiene miedo a los aviones y va a pasarlo fatal y por consecuencia voy
a pasarlo mal yo también y no podré subir al avión estando mal y...- las clases
de actuación sirven para algo. Actué de manera nerviosa, como si me estuviera
quedando sin aire. La azafata se empezó a preocupar seriamente.
-Está bien, tranquilo, por favor, le va a dar algo. Vale, ¿tiene los
papeles de facturación del perro?- preguntó ella.
-Pues... sí, los papeles... no, no los tengo. Los tiene mi amigo, que...
está en... el avión...
-Mire, lo siento, pero sin los papeles de facturación no puedo ayudarle-
contestó tajante.
-¡Pero necesito a mi perro! ¡¿Va a dejarme aquí tirado sabiendo que
hubiera podido ayudarme?! ¡¿Qué clase de persona sin corazón es usted?!- le
puse dramatismo al asunto, creo que demasiado. Pero funcionó, la azafata, que
ya se iba, se giró y volvió a hablar conmigo.
-Oh, Señor. Muy bien, te ayudaré... ¿En qué avión va tu amigo?- parecía
sentirse algo obligada a ayudarme. Me sentí un poco mal.
-Muchísimas gracias. Por cierto, ¿le he dicho que le sienta muy bien el
uniforme?- le sonreí de manera pícara.
La azafata se dirigió a un mostrador de información, yo le seguí. No sé
qué papeles tramitó y después empezó a caminar, esta vez más deprisa que la
anterior. Me costó un poco seguirle, iba semi-corriendo, pero no me di por
vencido. Atravesamos una terminal entera y llegamos donde se encontraba un señor
vigilando los cochecitos estos que hay en el aeropuerto. La azafata se acercó a
él y le enseñó los papeles que había estado tramitando en el mostrador de
información. Automáticamente el señor le pasó unas llaves y señaló uno de los
cochecitos. La azafata subió y arrancó, yo me quedé un poco alucinado, pero no
dudé en subir al coche.
*Narra Amanda.
Oh, Dios. Llegamos tardísimo. Espero que no hayan embarcado todavía,
porque si no va a ser bochornoso entrar en el avión mientras todo el mundo te
mira; además... tengo tendencia a ponerme roja como un tomate. Candy iba algo
rezagada. Llevaba el bolso lleno de cosas y algo de tacón, con lo cual, le
costaba correr. Estábamos a punto de llegar a la puerta de embarque, cuando oí
un gritito detrás de mí. Me giré.
-¿Candy? ¡Candy! ¡Levántate ahora mismo! ¡¿Que demonios haces tirada en
el suelo?!- pregunté, aunque era obvio que se había caído.
-¡¿Tú qué crees?! ¡Es que el suelo estaba triste y quería darle un
abrazo!
Le ayudé a levantarse. Pero cuando iba a volver a emprender la
''carrera'' hacia la puerta de embarque, me fijé en una figura que se acercaba
hacia nosotras corriendo. Me resultaba muy familiar. ¿Pero qué hace aquí...?
*Narra Niall.
-¡Chicos! ¡Louis! ¡Si esto es una broma, no tiene gracia!- oí a Harry
vociferar en el piso de abajo.
-Habrán salido, no te preocupes- escuché una segunda voz, la cual
reconocí en seguida... Rebecca.
Decidí que no me apetecía bajar y tener que soportar a la ''novia'' estúpida
de Harry, así que me quedé en mi cama tumbado; simplemente mirando al techo y
pensando en Amanda. Me parece increíble que ahora mismo estén ya en el avión, a
punto de volver a España. Fui a tumbarme del revés cuando noté un papel debajo
de la almohada. Lo saqué rápidamente y descubrí que era un sobre en el que ponía
mi nombre. Me dio un poco de miedo abrirlo, porque supuse que era de Amanda, y
no quería sentirme peor de lo que estaba; pero al final la abrí.
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